Tradicionalmente, el sistema de atención de salud señala a las conductas de alto riesgo como una mala alimentación, el consumo de drogas o un estilo de vida sedentario como los principales factores causales de los problemas de salud.

En un estudio por 10 años de Kaiser Permanente ha marcado el rumbo a un cambio de enfoque de la salud sobre las enfermedades. Este estudio de más de 17,000 ciudadanos estadounidenses de clase media permitió documentar con suficiente claridad que las experiencias infantiles adversas pueden afectar a más del 60 % de los adultos y contribuir significativamente a efectos negativos en su salud mental y física. Otros estudios hechos a nivel mundial han ratificado este planteamiento del impacto de las experiencias infantiles adversas y las consecuencias del trauma para toda la vida.

En estos estudios se ha encontrado que más de la mitad de los encuestados informó de al menos una experiencia adversa en la infancia. Haber sufrido una experiencia adversa en la infancia aumentó la probabilidad de tener otras experiencias adversas en la infancia.

El número de experiencias adversas en la infancia se ha relacionado directa o indirectamente con otros comportamientos dañinos para la salud.

Las experiencias infantiles adversas incluyen:

• Abuso emocional, físico o sexual
• Negligencia física o emocional
• Maltrato violento a la madre
• Abuso de sustancias en el hogar (alcohol/drogas)
• Enfermedades mentales en el hogar
• Separación o divorcio de los padres
• Encarcelamiento de un miembro del hogar

Las experiencias infantiles adversas ocurren con regularidad en niños de 0 a 18 años de todas las razas, clases económicas y regiones geográficas; no obstante, es muy superior la prevalencia de este tipo de experiencias en los sectores pobres de la población.

Las experiencias infantiles adversas aumentan la posibilidad de factores de riesgos sociales, problemas de salud mental, abuso de sustancias, violencia doméstica y adopción de estilos de vida riesgosos en la vida adulta. Todo esto puede afectar negativamente a la paternidad y perpetuar una exposición continua a experiencias infantiles adversas a lo largo de las generaciones, mediante la transmisión de cambios genéticos.

Gracias ha estos estudios, ahora se puede mencionar con certeza que la prevención de experiencias adversas en la infancia podría reducir sustancialmente la incidencia de muchos de los comportamientos dañinos para la salud en la población en general. Así mismo se indica que las personas que no desarrollan comportamientos dañinos para la salud tienen más probabilidades de haber tenido una infancia segura y educativa.

Teniendo en cuenta estos estudios debemos impulsar programas para mejorar la crianza de los hijos y apoyar el desarrollo infantil, no solo como algo deseable, sino absolutamente necesario.

Muchas gracias!

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